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Diario de una pandemia

Día 5

El hombre que nos da las malas noticias es un rockstar en las redes sociales.
Sabemos de él que se graduó en la Facultad de Medicina de la UNAM, en 1994; es maestro en Ciencias Médicas por la UNAM; tiene un doctorado en Epidemiología y un postdoctorado por la Bloomberg School of Public Health de la John Hopkins University. En el Instituto Nacional de Nutrición, fue médico residente, jefe de residentes en Medicina Interna, médico consultor, médico especialista y subdirector de Investigación Clínica. En el servicio público, ha sido director general adjunto de Epidemiología de la Secretaría de Salud, director de
Encuestas Nacionales de Salud, director de Innovación en Vigilancia y Control de Enfermedades Infecciosas del Instituto Nacional de Salud Pública y, a partir de diciembre de 2018, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud de la Secretaría de Salud.
(Todos quisiéramos que alguno de nuestros hijos acumulara un currículum vitae así, ¿no?)
El personaje del que hablo se llama Hugo López-Gatell Ramírez y, desde hace un mes y medio, es el funcionario público más famoso de México.
Su trabajo actual consiste, básicamente, en darle seguimiento al desarrollo y efectos de la enfermedad COVID-19, provocada por el nuevo Coronavirus, descubierto y diseminado desde China para el mundo entero.
Su labor va mucho más allá de darnos el reporte técnico diario a las 7 de la noche, con las gráficas de los contagios y las muertes acumuladas, los mapas y los comparativos con otros países. Ahora, es también quien nos dice qué hacer y cuándo hacerlo. Él nos mandó a casa el sábado de la semana pasada, cuando advirtió que ésta sería la última oportunidad para evitar que la enfermedad se salga de control. Y todo parece indicar que fue él quien nos ha convencido de no desobedecer al gobierno cuando dice “QUÉDATE EN CASA”.
Hace 92 días, cuando todo esto comenzó, era una presencia más en las
conferencias mañaneras de Andrés Manuel López Obrador; uno más de los mudos testigos de ese soliloquio matutino que, desde una silla, luchan por mantenerse despiertos y atentos frente a las cámaras mientras el presidente habla.
Pero, en cuanto AMLO decidió darle la palabra en una mañanera, a mediados de febrero, se reveló como un personaje telegénico, elocuente, informado y convincente. El vocero ideal para una emergencia nacional que podría descarrilar a la Cuarta Transformación.
Ahora, 37 conferencias de prensa vespertinas después, aparece en la tele, la radio, los periódicos y portales; en YouTube, Facebook, Twitter, Instagram y podcasts de Spotify; en mensajes de audio distribuidos en WhatsApp, stickers y, por supuesto, en un sinfín de memes.

Si no estuviera prohibido en el artículo 34 de la Constitución, su imagen bien podría aparecer en carteleras, parabuses, paredes del Metro y espectaculares en el Periférico, diciendo: “QUE TE QUEDES EN CASA, ¡CARAJO!”. Y probablemente menos gente se contagiaría.
El 13 de marzo pasado, después de ver su desempeño en una mañanera a lado de López Obrador, se me ocurrió escribir en Twitter lo siguiente: “¿Soy yo, o @HLGatell es el funcionario que mejor comunica de toda la 4T, incluido ya saben quién?”.
Dos días antes, la Organización Mundial de la Salud había declarado oficialmente la pandemia por COVID-19, y el subsecretario había dejado callados a todos, incluido a ya saben quién, con explicaciones, análisis, datos, proyecciones y recomendaciones que, por cierto, casi todos acataron… excepto ya saben quién.
Sesenta usuarios de Twitter reprodujeron ese mensaje, 774 le dieron “like” y 91 respondieron con comentarios como “es el mejor” (@danielapastrana), “X7638592745” (@OmarLozano), “Comunica muy bien. Sencillo. Aunque lo obligan a echar mucho rollo”, (@maurijua), “ya todas lo amamos” (@katvalg), etcétera…
Tres días después salió con eso de que “casi sería mejor que (el presidente) tuviera Coronavirus, para hacerse inmune”, y aquello de “la fuerza del presidente es moral, no es una fuerza de contagio”, con lo que se ganó una buena paliza en redes sociales y caricaturas.
Pero hoy se ha repuesto de ese traspié. Volvió a la seriedad y parece haber
recobrado las principales cualidades que debe tener un vocero: seguro, informado y confiable.
Puede volver a tropezar, por supuesto. ¿Quién no se equivoca hablando más de una hora todos los días frente a los medios?, y apareciendo no sólo en su conferencia de las 7 PM, sino también en la mañanera de las 7 AM.
Va a acertar en la medida en la que se limite a dar datos técnicos, explicar
tendencias y procesos de infección; hacer recomendaciones médicas, y responder todas las dudas que le hagan las y los periodistas, aunque a veces sean interrogantes alarmistas, o comentarios idiotas del tipo: “¿Cuántos millones morirán, doctor?, para poder tranquilizar a la población”.
Se va a equivocar en la medida en la se ponga a hacer consideraciones políticas y predicciones económicas, o si minimiza una situación que -dicho sin exageraciones- está transformando el planeta y la civilización tal y como los conocíamos.
Lo cierto es que López-Gatell se ha convertido en el secretario de Salud en
funciones, desplazando por completo a su jefe y ex asesor de tesis, Jorge Alcocer, secretario de Salud en el organigrama.
Esto lo expone políticamente. Hace unos días, el ex secretario de Hacienda en tiempos de Felipe Calderón, Ernesto Cordero, tuiteó que López-Gatell había manejado con ineptitud las pruebas de Influenza Ah1N1 en 2009, el año en el que según los calderonistas “salvaron a la humanidad”.
Pero, rencores, politiquerías y miserias morales aparte, al subsecretario le espera el inevitable juicio de la historia: si salimos bien librados de ésta, aplanamos la curva y trascendemos la epidemia con las menores pérdidas posibles, se llevará las palmas. Pero si todo sale mal y los peores escenarios se hacen realidad (centenas de miles de enfermos, muertes contadas por millar, hospitales rebasados, gente muriéndose por no ser atendida), entonces podría convertirse en el chivo expiatorio de la tragedia, una pieza sacrificable para la 4T.
Además de eso, el doctor está enfrentando ya el escrutinio público de una
sociedad de por sí chismosa, y que ahora tiene más tiempo para preguntarse: ¿quién es este señor?
A lo mejor por eso, algunas compañeras de los medios, y público en general, lo ven inteligente, atractivo, guapo y sexy. Y, obviamente, su vida personal ha comenzado a ser “reporteada” por periodistas y chismosos, para saber si está casado (se sabe que se casó con la doctora Arantxa Colchero); su edad (acaba de cumplir 51 años); sus gustos, aficiones, defectos, errores… y su pasado.
En más de un chat de periodistas, algunas amigas y colegas han comentado
abiertamente lo atractivo que les resulta el subsecretario. Y, hoy, circulan en
WhatsApp más de una docena de stickers de López-Gatell con frases como “permíteme aplanarte la curva”, “con mucho gusto, te lo vuelvo a explicar”, “lávate las manos”, “tápate a la boca”, “te estoy diciendo que te quedes en casa”, “¿te examino?”. Cuando el vocero es didáctico, puede haber imágenes de él con la mano en un bolsillo del saco, a la James Bond; una sonriente porque vio que te quedaste en casa, y otra malencarado “viendo cómo te sales de tu casa”. E incluso, una con dos rayos láser saliendo de sus ojos para “sanitizar el grupo”.
En una palabra, lo tenemos hasta en la sopa, pero… ¿qué preferirían? ¿más
López-Gatell, o más López Obrador?
Que conste que es pregunta.
A mí, el dato más interesante de su biografía personal me lo dio mi esposa
Ximena, quien estudió en el Colegio Madrid, probablemente tres generaciones debajo de la de López-Gatell.
Quienes lo conocieron en el que hoy es el colegio de mis hijos, recuerdan a un chavo listo y comprometido. En las fotos que han circulado de él en sus
mocedades, se ve alegre y despreocupado. Y hay quienes dicen abiertamente: “estaba guapísimo”.
Pero hay un dato que ilustra lo que para mí es lo realmente importante de este buen tipo: junto con muchos jóvenes del Madrid y del Instituto Paulo Freire (entre ellos Ximena), dedicó largas horas y días de su juventud a jornadas de alfabetización para adultos en comunidades rurales. Un amigo que daba clases en el Freire me dijo que, junto con su hermano Germán, el hoy subsecretario era un entusiasta alfabetizador en los años 80, lo que le permitió tener sensibilidad ante la pobreza y la desigualdad.

Si estos antecedentes no son erróneos, entonces podemos decir que el hombre que todos los días a las 7PM nos da las malas noticias es, además de un rockstar de las redes sociales, una buena persona.

Puntual, este sábado el heraldo de la pandemia nos informó, unos minutos
después de las 19:00 horas, el reporte del 4 de abril de 2020: 1,890 casos confirmados / 79 defunciones / 5,827 casos sospechosos / 9, 467 casos negativos.

Por Ernesto Núñez Albarrán

México, 1972
Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Nacional Autónoma de México y maestro en Periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid (El País). / Inició su carrera periodística en 1993, en el diario El Norte de Monterrey. Fue fundador del periódico Reforma, donde fue reportero de las secciones Ciudad y Nacional. De 2007 a 2013 fue editor del suplemento dominical Enfoque del mismo diario. Y de 2013 a 2018 fue editor en jefe del suplemento dominical de cultura, política y sociedad Revista R. / En sus más de 27 años de carrera se ha especializado en la cobertura de procesos electorales, partidos políticos, asuntos legislativos, conflictos políticos, movimientos sociales y participación ciudadana. / Es autor del libro "Crónica de un sexenio fallido, la tragedia del calderonismo" (Grijalbo, 2012). Crónicas suyas han formado parte de las antologías "Tiembla" (Almadía, 2017) y "19 edificios como 19 heridas" (Grijalbo, 2018). / Imparte clases de periodismo en la Universidad Iberoamericana y en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. / Actualmente es columnista en Aristegui Noticias y Pie de Página, y asesor en comunicaión política en el Instituto Nacional Electoral.

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